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Federico García Lorca
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EL PÚBLICO
Federico García Lorca
EL PÚBLICO
El público.
Un dels textos més lliures i exuberants de Federico García
Lorca, que ofereix una apassionada reflexió sobre el teatre
i la seva capacitat de transformar-nos. Amb El público, el
poeta granadí es capbussa en la delicada interrelació que
s’estableix entre la mirada dels espectadors i la bellesa del
gest artístic. Una obra fascinant sobre la presència activa i
creativa del públic enfront de l’escenari, amb una inusual
invitació a deixar-se immergir en els territoris soterrats de
la poesia.
Federico García Lorca.
El seu corpus literari integra les tendències més modernes,
la capacitat plàstica i poètica i un gran sentit polític. L’any
1931 funda la companyia de teatre La Barraca, amb la idea
d’apropar el teatre clàssic al públic, convençut de la neces-
sitat de renovació de les condicions de l’escena en tots els
àmbits (des de la manera de fer teatre fins al públic). Entre
les seves obres destaquen La zapatera prodigiosa (1930), El
público (1930), Bodas de sangre (1933), Yerma (1934), Doña
Rosita la Soltera (1935) o La casa de Bernarda Alba (1936).
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ISBN: 978-84-94366-55-0
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EL PÚBLICO
Qualsevol forma de reproducció, distribució, comunicació pública o transformació d’aquesta obra només pot
ser realitzada amb l’autorització dels seus titulars, tret de l’excepció prevista per la llei. Dirigiu-vos a l’editor
o a CEDRO (Centre Espanyol de Drets Reprogràfics, www.cedro.org) si necessiteu fotocopiar, escanejar o fer
còpies digitals d’algun fragment d’aquesta obra.
Edita: Arola Editors
1a edició: xx del 2015
© del text: Federico García Lorca
Disseny gràfic: Arola Editors
Disseny portada: Antoni Torrell
Fotografia de portada:
Impressió: Gràfiques Arrels
ISBN: 978-84
Dipòsit legal: T
Polígon Francolí, Parcel·la 3
43006 Tarragona
Tel.: 977 553 707
Fax: 902 877 365
arola@arolaeditors.com
arolaeditors.com
Col·lecció Textos a Part
EL PÚBLICO
Drama en cinco cuadros
Federico García Lorca
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PERSONAJES
(Por orden de intervención.)
DIRECTOR
CRIADO
CABALLO BLANCO PRIMERO
CABALLO BLANCO SEGUNDO
CABALLO BLANCO TERCERO
CABALLO BLANCO CUARTO
HOMBRE PRIMERO
HOMBRE SEGUNDO
HOMBRE TERCERO
ARLEQUÍN DIRECTOR
MUJER EN PIJAMA
ELENA
FIGURA DE CASCABELES
FIGURA DE PÁMPANOS
NIÑO
EMPERADOR
CENTURIÓN
JULIETA
CABALLO NEGRO
EL TRAJE DE ARLEQUÍN
EL TRAJE DE BAILARINA
PASTOR BOBO
DESNUDO ROJO
ENFERMERO
ESTUDIANTE PRIMERO
ESTUDIANTE SEGUNDO
ESTUDIANTE TERCERO
ESTUDIANTE CUARTO
ESTUDIANTE QUINTO
DAMA PRIMERA
DAMA SEGUNDA
DAMA TERCERA
DAMA CUARTA
MUCHACHO
LADRÓN PRIMERO
LADRÓN SEGUNDO
TRASPUNTE
PRESTIDIGITADOR
SEÑORA
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CUADRO PRIMERO
Cuarto del Director.
El Director sentado. Viste de chaqué. Decorado azul.
Una gran mano impresa en la pared. Las ventanas son
radiografías.
Criado: Señor.
direCtor: ¿Qué?
Criado: Ahí está el público.
direCtor: Que pase.
Entran cuatro caballos blancos.
direCtor: ¿Qué desean? (Los caballos tocan sus trompe-
tas.) Esto sería si yo fuese un hombre con capacidad para
el suspiro. ¡Mi teatro será siempre al aire libre! Pero yo he
perdi do toda mi fortuna. Si no, yo envenenaría el aire libre.
Con una jeringuilla que quite la costra de la herida me basta.
¡Fuera de aquí! ¡Fuera de mi casa, caballos! Ya se ha in-
ventado la cama para dormir con los caballos. (Llorando.)
Caballitos míos.
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Los CabaLLos, llorando: Por trescientas pesetas. Por dos cientas
pesetas, por un plato de sopa, por un frasco de per fume
vacío. Por tu saliva, por un recorte de tus uñas.
direCtor: ¡Fuera, fuera, fuera! (Toca un timbre.)
Los CabaLLos: ¡Por nada! Antes te olían los pies y nosotros
teníamos tres años. Esperábamos en el retrete, esperába-
mos detrás de las puertas y luego te llenábamos la cama de
lágrimas. (Entra el criaDo.)
direCtor: ¡Dame un látigo!
Los CabaLLos: Y tus zapatos estaban cocidos por el sudor,
pero sabíamos comprender que la misma relación tenía la
luna con las manzanas podridas en la hierba.
direCtor, al criaDo: ¡Abre las puertas!
Los CabaLLos: No, no, no. ¡Abominable! Estás cubierto de
vello y comes la cal de los muros que no es tuya.
Criado: No abro la puerta. Yo no quiero salir al teatro.
direCtor, golpeándolo: ¡Abre!
los caballos sacan largas trompetas doradas y danzan
lentamente al son de su canto.
Los CabaLLos 1 y 2, furiosos: Abominable.
Los CabaLLos 3 y 4: Blenamiboá.
Los CabaLLos 1 y 2, furiosos: Abominable.
Los CabaLLos: Blenamiboá.
El criaDo abre la puerta.
- 11 -
direCtor: ¡Teatro al aire libre! ¡Fuera! ¡Vamos! Teatro al aire
libre. ¡Fuera de aquí! (Salen los caballos. Al criaDo.) Continúa.
(Se sienta detrás de la mesa.)
Criado: Señor.
direCtor: ¿Qué?
Criado: ¡El público!
direCtor: Que pase.
El Director cambia su peluca rubia por una morena. En-
tran tres Hombres vestidos de frac exactamente iguales.
Llevan barbas oscuras.
Hombre 1: ¿El señor Director del teatro al aire libre?
direCtor: Servidor de usted.
Hombre 1: Venimos a felicitarle por su última obra.
direCtor: Gracias.
Hombre 3: Originalísima.
Hombre 1: ¡Y qué bonito título! Romeo y Julieta.
direCtor: Un hombre y una mujer que se enamoran.
Hombre 1: Romeo puede ser un ave y Julieta puede ser una
piedra. Romeo puede ser un grano de sal y Julieta puede
ser un mapa.
direCtor: Pero nunca dejarán de ser Romeo y Julieta.
Hombre 1: Y enamorados. ¿Usted cree que estaban
enamorados?
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direCtor: Hombre… yo no estoy dentro…
Hombre 1: ¡Basta! ¡Basta! Usted mismo se denuncia.
Hombre 2, al Hombre 1: Ve con prudencia. Tú tienes la culpa.
¿Para qué vienes a la puerta de los teatros? Puedes llamar a
un bosque y es fácil que éste abra el ruido de su savia para
tus oídos. ¡Pero un teatro!
Hombre 1: Es a los teatros donde hay que llamar; es a los
teatros, para…
Hombre 3: Para que se sepa la verdad de las sepulturas.
Hombre 2: Sepulturas con focos de gas, y anuncios, y largas
filas de butacas.
direCtor: Caballeros…
Hombre 1: Sí, sí. Director del teatro al aire libre, autor de
Romeo y Julieta.
Hombre 2: ¿Cómo orinaba Romeo, señor Director? ¿Es que
no es bonito ver orinar a Romeo? ¿Cuántas veces fingió
tirar se de la torre para ser apresado en la comedia de su sufri-
miento? ¿Qué pasaba, señor Director, cuando no pasaba? ¿Y
el sepulcro? ¿Por qué, en el final, no bajó usted las escaleras
del sepulcro? Pudo usted haber visto un ángel que se llevaba
el sexo de Romeo, mientras dejaba el otro, el suyo, el que le
correspondía. Y si yo le digo que el personaje principal de
todo fue una flor venenosa, ¿qué pensaría usted? Conteste.
direCtor: Señores, no es ése el problema.
Hombre 1, interrumpiendo: No hay otro. Tendremos necesi-
dad de enterrar el teatro por la cobardía de todos, y tendré
que darme un tiro.
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Hombre 2: ¡Gonzalo!
Hombre 1, lentamente: Tendré que darme un tiro para inau-
gurar el verdadero teatro, el teatro bajo la arena.
direCtor: Gonzalo…
Hombre 1: ¿Cómo?… (Pausa.)
direCtor, reaccionando: Pero no puedo. Se hundiría todo.
Sería dejar ciegos a mis hijos y luego, ¿qué hago con el
público? ¿Qué hago con el público si quito las barandas
al puente? Vendría la máscara a devorarme. Yo vi una vez
a un hombre devorado por la máscara. Los jóvenes más
fuertes de la ciudad, con picas ensangrentadas, le hundían
por el trasero grandes bolas de periódicos abandonados, y
en América hubo una vez un muchacho a quien la máscara
ahorcó colgado de sus propios intestinos.
Hombre 1: ¡Magnífico!
Hombre 2: ¿Por qué no lo dice usted en el teatro?
Hombre 3: ¿Eso es el principio de un argumento?
direCtor: En todo caso un final.
Hombre 3: Un final ocasionado por el miedo.
direCtor: Está claro, señor. No me supondrá usted capaz de
sacar la máscara a escena.
Hombre 1: ¿Por qué no?
direCtor: ¿Y la moral? ¿Y el estómago de los espectadores?
Hombre 1: Hay personas que vomitan cuando se vuelve
un pulpo del revés y otras que se ponen pálidas si oyen
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pronunciar con la debida intención la palabra cáncer; pero
usted sabe que contra esto existe la hojalata, y el yeso, y
la adorable mica, y en último caso el cartón, que están al
alcance de todas las fortunas como medios expresivos. (Se
levanta.) Pero usted lo que quiere es engañarnos. Engañar-
nos para que todo siga igual y nos sea imposible ayudar a
los muertos. Usted tiene la culpa de que las moscas hayan
caído en cuatro mil naranjadas que yo tenía dispuestas. Y
otra vez tengo que empezar a romper las raíces.
direCtor, levantándose: Yo no discuto, señor. ¿Pero qué es
lo que quiere de mí? ¿Trae usted una obra nueva?
Hombre 1: ¿Le parece a usted obra más nueva que noso tros
con nuestras barbas… y usted?
direCtor: ¿Y yo…?
Hombre 1: Sí… usted.
Hombre 2: ¡Gonzalo!
Hombre 1, mirando al Director: Lo reconozco todavía y me
parece estarlo viendo aquella mañana que encerró una liebre,
que era un prodigio de velocidad, en una pequeña cartera
de libros. Y otra vez, que se puso dos rosas en las orejas el
primer día que descubrió el peinado con la raya en medio.
Y tú, ¿me reconoces?
direCtor: No es éste el argumento. ¡Por Dios! (A voces.)
Elena, Elena.
Corre a la puerta.
Hombre 1: Pero te he de llevar al escenario, quieras o no quie-
ras. Me has hecho sufrir demasiado. ¡Pronto! ¡El biombo! ¡El
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biombo! (El Hombre 3 saca un biombo y lo coloca en medio
de la escena.)
direCtor, llorando: Me ha de ver el público. Se hundirá mi
teatro. Yo había hecho los dramas mejores de la temporada,
¡pero ahora!…
Suenan las trompetas de los caballos. El Hombre 1 se diri-
ge al fondo y abre la puerta.
Hombre 1: Pasar adentro, con nosotros. Tenéis sitio en el
drama. Todo el mundo. (Al Director.) Y tú, pasa por detrás
del biombo.
Los Hombres 2 y 3 empujan al Director. Éste pasa por el
biombo y aparece por la otra esquina un mucHacHo vesti-
do de raso blanco con una gola blanca al cuello. Debe ser
una actriz. Lleva una pequeña guitarrita negra.
Hombre 1: ¡Enrique! ¡Enrique! (Se cubre la cara con las
manos.)
Hombre 2: No me hagas pasar a mí por el biombo. Déjame
ya tranquilo. ¡Gonzalo!
direCtor, frío y pulsando las cuerdas: Gonzalo, te he de es-
cupir mucho. Quiero escupirte y romperte el frac con unas
tijeritas. Dame seda y aguja. Quiero bordar. No me gustan
los tatuajes, pero te quiero bordar con sedas.
Hombre 3, a los caballos: Tomad asiento donde queráis.
Hombre 1, llorando: ¡Enrique! ¡Enrique!
direCtor: Te bordaré sobre la carne y me gustará verte dor-
mir en el tejado. ¿Cuánto dinero tienes en el bolsillo? ¡Qué
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malo! (El Hombre 1 enciende un fósforo y quema los billetes.)
Nunca veo bien cómo desaparecen los dibujos en la llama.
¿No tienes más dinero? ¡Qué pobre eres, Gonzalo! ¿Y mi
lápiz para los labios? ¿No tienes carmín? Es un fastidio.
Hombre 2, tímido: Yo tengo. (Se saca el lápiz por debajo de
la barba y lo ofrece.)
direCtor: Gracias… pero… ¿pero también tú estás aquí?
¡Al biombo! Tú también al biombo. ¿Y todavía lo soportas,
Gonzalo?
El Director empuja bruscamente al Hombre 2, y aparece
por el otro extremo del biombo una mujer vestida con
pantalones de pijama negro y una corona de amapolas
en la cabeza. Lleva en la mano unos impertinentes cu-
biertos por un bigote rubio que usará poniéndolo sobre
su boca en algunos momentos del drama.
Hombre 2, secamente: Dame el lápiz.
direCtor: ¡Ja, ja, ja! ¡Oh Maximiliana, emperatriz de Baviera!
¡Oh mala mujer!
Hombre 2, poniéndose el bigote sobre los labios: Te reco-
mendaría un poco de silencio.
direCtor: ¡Oh mala mujer! ¡Elena! ¡Elena!
Hombre 1, fuerte: No llames a Elena.
direCtor: ¿Y por qué no? Me ha querido mucho cuando mi
teatro estaba al aire libre. ¡Elena!
elena sale de la izquierda. Viste de griega. Lleva las cejas
azules, el cabello blanco y los pies de yeso. El vestido,
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abierto totalmente por delante, deja ver sus muslos cu-
biertos con apretada malla rosada. El Hombre 2 se lleva el
bigote a los labios.
eLena: ¿Otra vez igual?
direCtor: Otra vez.
Hombre 3: ¿Por qué has salido, Elena? ¿Por qué has salido
si no me vas a querer?
eLena: ¿Quién te lo dijo? Pero ¿por qué me quieres tanto?
Yo te besaría los pies si tú me castigaras y te fueras con las
otras mujeres. Pero tú me adoras demasiado a mí sola. Será
necesario terminar de una vez.
direCtor, al Hombre 3: ¿Y yo? ¿No te acuerdas de mí? ¿No te
acuerdas de mis uñas arrancadas? ¿Cómo habría conocido a
las otras y a ti no? ¿Por qué te he llamado, Elena? ¿Por qué
te he llamado, suplicio mío?
eLena, al Hombre 3: ¡Vete con él! Y confiésame ya la verdad
que me ocultas. No me importa que estuvieras borracho y
que te quieras justificar, pero tú lo has besado y has dormido
en la misma cama.
Hombre 3: ¡Elena!
Pasa rápidamente por detrás del biombo y aparece sin
barba con la cara palidísima y un látigo en la mano. Lleva
muñequeras de cuero con clavos dorados.
Hombre 3, azotando al Director: Tú siempre hablas, tú siempre
mientes y he de acabar contigo sin la menor misericordia.
Los CabaLLos: ¡Misericordia! ¡Misericordia!
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eLena: Podías seguir golpeando un siglo entero y no creería
en ti. (El Hombre 3 se dirige a elena y le aprieta las muñecas.)
Podrías seguir un siglo entero atenazando mis dedos y no
lograrías hacerme escapar un solo gemido.
Hombre 3: ¡Veremos quién puede más!
eLena: Yo y siempre yo.
Aparece el criaDo.
eLena: ¡Llévame pronto de aquí! ¡Contigo! ¡Llévame! (El
criaDo pasa por detrás del biombo y sale de la misma ma-
nera.) ¡Llévame! ¡Muy lejos! (El criaDo la toma en brazos.)
direCtor: Podemos empezar.
Hombre 1: Cuando quieras.
Los CabaLLos: ¡Misericordia! ¡Misericordia!
Los caballos suenan sus largas trompetas. Los personajes
están rígidos en sus puestos.
Telón lento
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CUADRO SEGUNDO
Ruina romana.
Una Figura, cubierta totalmente de Pámpanos rojos,
toca una flauta sentada sobre un capitel. Otra Figura,
cubierta de Cascabeles dorados, danza en el centro de
la escena.
Figura de CasCabeLes: ¿Si yo me convirtiera en nube?
Figura de PámPanos: Yo me convertiría en ojo.
Figura de CasCabeLes: ¿Si yo me convirtiera en caca?
Figura de PámPanos: Yo me convertiría en mosca.
Figura de CasCabeLes: ¿Si yo me convirtiera en manzana?
Figura de PámPanos: Yo me convertiría en beso.
Figura de CasCabeLes: ¿Si yo me convirtiera en pecho?
Figura de PámPanos: Yo me convertiría en sábana blanca.
Voz, sarcástica: ¡Bravo!
Figura de CasCabeLes: ¿Y si yo me convirtiera en pez luna?
Figura de PámPanos: Yo me convertiría en cuchillo.
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Figura de CasCabeLes, dejando de danzar: Pero ¿por qué?,
¿por qué me atormentas? ¿Cómo no vienes conmigo, si
me amas, hasta donde yo te lleve? Si yo me convirtiera en
pez luna, tú te convertirías en ola de mar, o en alga, y si
quieres algo muy lejano, porque no desees besarme, tú te
convertirías en luna llena, ¡pero en cuchillo! Te gozas en
interrumpir mi danza. Y danzando es la única manera que
tengo de amarte.
Figura de PámPanos: Cuando rondas el lecho y los objetos de
la casa te sigo, pero no te sigo a los sitios adonde tú, lleno
de sagacidad, pretendes llevarme. Si tú te convirtieras en pez
luna, yo te abriría con un cuchillo, porque soy un hombre,
porque no soy nada más que eso, un hombre, más hombre
que Adán, y quiero que tú seas aún más hombre que yo. Tan
hombre que no haya ruido en las ramas cuando tú pases.
Pero tú no eres un hombre. Si yo no tuviera esta flauta, te
escaparías a la luna, a la luna cubierta de pañolitos de encaje
y gotas de sangre de mujer.
Figura de CasCabeLes, tímidamente: ¿Y si yo me convirtiera
en hormiga?
Figura de PámPanos, enérgico: Yo me convertiría en tierra.
Figura de CasCabeLes, más fuerte: ¿Y si yo me convirtiera en
tierra?
Figura de PámPanos, más débil: Yo me convertiría en agua.
Figura de CasCabeLes, vibrante: ¿Y si yo me convirtiera en
agua?
Figura de PámPanos, desfallecido: Yo me convertiría en pez
luna.
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Figura de CasCabeLes, tembloroso: ¿Y si yo me convir tiera
en pez luna?
Figura de PámPanos, levantándose: Yo me convertiría en
cuchillo. En un cuchillo afilado durante cuatro largas
primaveras.
Figura de CasCabeLes: Llévame al baño y ahógame. Será la
única manera de que puedas verme desnudo. ¿Te figuras que
tengo miedo a la sangre? Sé la manera de dominarte. ¿Crees
que no te conozco? De dominarte tanto que si yo dijera: «¿si
yo me convirtiera en pez luna?», tú me contestarías: «yo me
convertiría en una bolsa de huevas pequeñitas».
Figura de PámPanos: Toma un hacha y córtame las piernas.
Deja que vengan los insectos de la ruina y vete. Porque te
desprecio. Quisiera que tú calaras hasta lo hondo. Te escupo.
Figura de CasCabeLes: ¿Lo quieres? Adiós. Estoy tranquilo. Si
voy bajando por la ruina iré encontrando amor y cada vez
más amor.
Figura de PámPanos, angustiado: ¿Dónde vas? ¿Dónde vas?
Figura de CasCabeLes: ¿No deseas que me vaya?
Figura de PámPanos, con voz débil: No, no te vayas. ¿Y si yo
me convirtiera en un granito de arena?
Figura de CasCabeLes: Yo me convertiría en un látigo.
Figura de PámPanos: ¿Y si yo me convirtiera en una bolsa de
huevas pequeñitas?
Figura de CasCabeLes: Yo me convertiría en otro látigo. Un
látigo hecho con cuerdas de guitarra.
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Figura de PámPanos: ¡No me azotes!
Figura de CasCabeLes: Un látigo hecho con maromas de barco.
Figura de PámPanos: ¡No me golpees el vientre!
Figura de CasCabeLes: Un látigo hecho con los estambres de
una orquídea.
Figura de PámPanos: ¡Acabarás por dejarme ciego!
Figura de CasCabeLes: Ciego, porque no eres hombre. Yo sí
soy un hombre. Un hombre, tan hombre, que me desma-
yo cuando se despiertan los cazadores. Un hombre, tan
hombre, que siento un dolor agudo en los dientes cuando
alguien quiebra un tallo, por diminuto que sea. Un gigante.
Un gigante, tan gigante, que puedo bordar una rosa en la
uña de un niño recién nacido.
Figura de PámPanos: Estoy esperando la noche, angustia do
por el blancor de la ruina, para poder arrastrarme a tus pies.
Figura de CasCabeLes: No. No. ¿Por qué me dices eso? Eres tú
quien me debes obligar a mí para que lo haga. ¿No eres tú
un hombre? ¿Un hombre más hombre que Adán?
Figura de PámPanos, cayendo al suelo: ¡Ay! ¡Ay!
Figura de CasCabeLes, acercándose en voz baja: ¿Y si yo me
convirtiera en capitel?
Figura de PámPanos: ¡Ay de mí!
Figura de CasCabeLes: Tú te convertirías en sombra de capitel
y nada más. Y luego vendría Elena a mi cama. Elena, ¡cora-
zón mío! Mientras tú, debajo de los cojines, estarías tendido
lleno de sudor, un sudor que no sería tuyo, que sería de los
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cocheros, de los fogoneros y de los médicos que operan el
cáncer. Y entonces yo me convertiría en pez luna y tú no
serías ya nada más que una pequeña polvera que pasa de
mano en mano.
Figura de PámPanos: ¡Ay!
Figura de CasCabeLes: ¿Otra vez? ¿Otra vez estás llorando?
Tendré necesidad de desmayarme para que vengan los
campesinos. Tendré necesidad de llamar a los negros, a los
enormes negros heridos por las navajas de las yucas que
luchan día y noche con el fango de los ríos. Levántate del
suelo, cobarde. Ayer estuve en casa del fundidor y encargué
una cadena. ¡No te alejes de mí! Una cadena. Y estuve toda
la noche llorando porque me dolían las muñecas y los tobillos
y, sin embargo, no la tenía puesta. (La Figura De PámPanos toca
un silbato de plata.) ¿Qué haces? (Suena el silbato otra vez.)
Ya sé lo que deseas, pero tengo tiempo de huir.
Figura de PámPanos, levantándose: Huye si quieres.
Figura de CasCabeLes: Me defenderé con las hierbas.
Figura de PámPanos: Prueba a defenderte. (Suena el silbato.
Del techo cae un niño vestido con una malla roja.)
niño: ¡El Emperador! ¡El Emperador! ¡El Emperador!
Figura de PámPanos: El Emperador.
Figura de CasCabeLes: Yo haré tu papel. No te descubras. Me
costaría la vida.
niño: ¡El Emperador! ¡El Emperador! ¡El Emperador!
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Figura de CasCabeLes: Todo entre nosotros era un juego.
Jugábamos. Y ahora yo serviré al Emperador fingiendo la
voz tuya. Tú puedes tenderte detrás de aquel gran capitel.
No te lo había dicho nunca. Allí hay una vaca que guisa la
comida para los soldados.
Figura de PámPanos: ¡El Emperador! Ya no hay remedio. Tú
has roto el hilo de la araña y ya siento que mis grandes pies
se van volviendo pequeñitos y repugnantes.
Figura de CasCabeLes: ¿Quieres un poco de té? ¿Dónde podría
encontrar una bebida caliente en esta ruina?
niño, en el suelo: ¡El Emperador! ¡El Emperador! ¡El
Emperador!
Suena una trompa y aparece el emPeraDor de los roma-
nos. Con él viene un centurión de tú nica amarilla y carne
gris. Detrás vienen los cuatro caballos con sus trompetas.
El niño se dirige al emPeraDor. Éste lo toma en sus brazos
y se pierden en los capiteles.
Centurión: El Emperador busca a uno.
Figura de PámPanos: Uno soy yo.
Figura de CasCabeLes: Uno soy yo.
Centurión: ¿Cuál de los dos?
Figura de PámPanos: Yo.
Figura de CasCabeLes: Yo.
Centurión: El Emperador adivinará cuál de los dos es uno. Con
un cuchillo o con un salivazo. ¡Malditos seáis todos los de
vuestra casta! Por vuestra culpa estoy yo corriendo caminos
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y durmiendo sobre la arena. Mi mujer es hermosa como una
montaña. Pare por cuatro o cinco sitios a la vez y ronca al
mediodía debajo de los árboles. Yo tengo doscientos hijos.
Y tendré todavía muchos más. ¡Maldita sea vuestra casta!
El centurión escupe y canta. Un grito largo y sostenido
se oye detrás de las columnas. Aparece el emPeraDor lim-
piándose la frente. Se quita unos guantes negros; des-
pués unos guantes rojos y aparecen sus manos de una
blancura clásica.
emPerador, displicente: ¿Cuál de los dos es uno?
Figura de CasCabeLes: Yo soy, señor.
emPerador: Uno es uno y siempre uno. He degollado más de
cuarenta muchachos que no lo quisieron decir.
Centurión, escupiendo: Uno es uno y nada más que uno.
emPerador: Y no hay dos.
Centurión: Porque si hubiera dos no estaría el Emperador
buscando por los caminos.
emPerador, al centurión: ¡Desnúdalos!
Figura de CasCabeLes: Yo soy uno, señor. Ése es el mendigo
de las ruinas. Se alimenta con raíces.
emPerador: Aparta.
Figura de PámPanos: Tú me conoces. Tú sabes quién soy. (Se
despoja de los pámpanos y aparece un desnudo blanco de
yeso.)
emPerador, abrazándolo: Uno es uno.
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Figura de PámPanos: Y siempre uno. Si me besas yo abriré mi
boca para clavarme después tu espada en el cuello.
emPerador: Así lo haré.
Figura de PámPanos: Y deja mi cabeza de amor en la ruina.
La cabeza de uno que fue siempre uno.
emPerador, suspirando: Uno.
Centurión, al emPeraDor: Difícil es, pero ahí lo tienes.
Figura de PámPanos: Lo tiene porque nunca lo podrá te ner.
Figura de CasCabeLes: ¡Traición! ¡Traición!
Centurión: ¡Cállate, rata vieja! ¡Hijo de la escoba!
Figura de CasCabeLes: ¡Gonzalo! ¡Ayúdame, Gonzalo!
La Figura De cascabeles tira de una columna y ésta se des-
dobla en el biombo blanco de la primera escena. Por
detrás salen los tres Hombres barbados y el Director de
escena.
Hombre 1: ¡Traición!
Figura de CasCabeLes: ¡Nos ha traicionado!
direCtor: ¡Traición!
El emPeraDor está abrazado a la Figura De PámPanos.
Telón
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CUADRO TERCERO
Muro de arena. A la izquierda, y pintada sobre el muro,
una luna transparente casi de gelatina. En el centro, una
inmensa hoja verde lanceolada.
Hombre 1, entrando: No es esto lo que hace falta. Después
de lo que ha pasado, sería injusto que yo volviese otra vez
para hablar con los niños y observar la alegría del cielo.
Hombre 2: Mal sitio es éste.
direCtor: ¿Habéis presenciado la lucha?
Hombre 3, entrando: Debieron morir los dos. No he pre-
senciado nunca un festín más sangriento.
Hombre 1: Dos leones. Dos semidioses.
Hombre 2: Dos semidioses si no tuvieran ano.
Hombre 1: Pero el ano es el castigo del hombre. El ano es
el fracaso del hombre, es su vergüenza y su muerte. Los
dos tenían ano y ninguno de los dos podía luchar con la
belleza pura de los mármoles que brillaban conservando
deseos íntimos defendidos por una superficie intachable.
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Hombre 3: Cuando sale la luna, los niños del campo se r-
nen para defecar.
Hombre 1: Y detrás de los juncos, a la orilla fresca de los
remansos, hemos encontrado la huella del hombre que hace
horrible la libertad de los desnudos.
Hombre 3: Debieron morir los dos.
Hombre 1, enérgico: Debieron vencer.
Hombre 3: ¿Cómo?
Hombre 1: Siendo hombres los dos y no dejándose arras trar
por los falsos deseos. Siendo íntegramente hombres. ¿Es
que un hombre puede dejar de serlo nunca?
Hombre 2: ¡Gonzalo!
Hombre 1: Han sido vencidos y ahora todo será para burla y
escarnio de la gente.
Hombre 3: Ninguno de los dos era un hombre. Como no lo
sois vosotros tampoco. Estoy asqueado de vuestra compañía.
Hombre 1: Ahí detrás, en la última parte del festín, está el
Emperador. ¿Por qué no sales y lo estrangulas? Reconozco tu
valor tanto como justifico tu belleza. ¿Cómo no te precipitas
y con tus mismos dientes le devoras el cuello?
direCtor: ¿Por qué no lo haces tú?
Hombre 1: Porque no puedo, porque no quiero, porque soy
débil.
direCtor: Pero él puede, él quiere, él es fuerte. (En alta voz.)
¡El Emperador está en la ruina!
- 29 -
Hombre 3: Que vaya el que quiera respirar su aliento.
Hombre 1: ¡Tú!
Hombre 3: Sólo podría convenceros si tuviera mi látigo.
Hombre 1: Sabes que no te resisto, pero te desprecio por
cobarde.
Hombre 2: ¡Por cobarde!
direCtor, fuerte y mirando al Hombre 3: ¡El Emperador que
bebe nuestra sangre está en la ruina!
El Hombre 3 se tapa la cara con las manos.
Hombre 1, al Director: Ése es, ¿lo conoces ya? Ése es el valiente
que en el café y en el libro nos va arrollando las venas en
largas espinas de pez. Ése es el hombre que ama al Empe-
rador en soledad y lo busca en las tabernas de los puertos.
Enrique, mira bien sus ojos. Mira qué pequeños racimos de
uvas bajan por sus hombros. A mí no me engaña. Pero ahora
yo voy a matar al Emperador. Sin cuchillo, con estas manos
quebradizas que me envidian todas las mujeres.
direCtor: ¡No, que irá él! Espera un poco. (El Hombre se sienta
en una silla y llora.)
Hombre 3: ¡No podría estrenar mi pijama de nubes! ¡Ay!
Vosotros no sabéis que yo he descubierto una bebida mara-
villosa que solamente conocen algunos negros de Honduras.
direCtor: Es en un pantano podrido donde debemos estar
y no aquí. Bajo el légamo donde se consumen las ranas
muertas.
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Hombre 2, abrazando al Hombre 1: Gonzalo, ¿por qué lo
amas tanto?
Hombre 1, al Director: ¡Te traeré la cabeza del Emperador!
direCtor: Será el mejor regalo para Elena.
Hombre 2: Quédate, Gonzalo, y permite que te lave los pies.
Hombre 1: La cabeza del Emperador quema los cuerpos de
todas las mujeres.
direCtor, al Hombre 1: Pero tú no sabes que Elena puede
pulir sus manos dentro del fósforo y la cal viva. ¡Vete con el
cuchillo! ¡Elena, Elena, corazón mío!
Hombre 3: ¡Corazón mío de siempre! Nadie nombre aquí
a Elena.
direCtor, temblando: Nadie la nombre. Es mucho mejor que
nos serenemos. Olvidando el teatro será posible. Nadie la
nombre.
Hombre 1: Elena.
direCtor, al Hombre 1: ¡Calla! Luego, yo estaré esperando
detrás de los muros del gran almacén. Calla.
Hombre 1: Prefiero acabar de una vez. ¡Elena! (Inicia el mutis.)
direCtor: Oye, ¿y si yo me convirtiera en un pequeño enano
de jazmines?
Hombre 2, al Hombre 1: ¡Vamos! ¡No te dejes engañar! Yo
te acompaño a la ruina.
direCtor, abrazando al Hombre 1: Me convertiría en una
píldora de anís, una píldora donde estarían exprimidos los
- 31 -
juncos de todos los ríos, y tú serías una gran montaña china
cubierta de vivas arpas diminutas.
Hombre 1, entornando los ojos: No, no. Yo entonces no sería
una montaña china. Yo sería un odre de vino antiguo que
llena de sanguijuelas la garganta. (Luchan.)
Hombre 3: Tendremos necesidad de separarlos.
Hombre 2: Para que no se devoren.
Hombre 3: Aunque yo encontraría mi libertad.
El Director y el Hombre 1 luchan sordamente.
Hombre 2: Pero yo encontraría mi muerte.
Hombre 3: Si yo tengo un esclavo…
Hombre 2: Es porque yo soy un esclavo.
Hombre 3: Pero, esclavos los dos, de modo distinto podemos
romper las cadenas.
Hombre 1: ¡Llamaré a Elena!
direCtor: ¡Llamaré a Elena!
Hombre 1: ¡No, por favor!
direCtor: No, no la llames. Yo me convertiré en lo que tú
desees.
Desaparecen luchando por la derecha.
Hombre 3: Podemos empujarlos y caerán al pozo. Así tú y
yo quedaremos libres.
Hombre 2: Tú, libre. Yo, más esclavo todavía.
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Hombre 3: No importa. Yo les empujo. Estoy deseando vivir
en mi tierra verde, ser pastor, beber el agua de la roca.
Hombre 2: Te olvidas de que soy fuerte cuando quiero. Era yo
un niño y uncía los bueyes de mi padre. Aunque mis huesos
estén cubiertos de pequeñísimas orquídeas, tengo una capa
de músculos que utilizo cuando quiero.
Hombre 3, suave: Es mucho mejor para ellos y para nosotros.
¡Vamos! El pozo es profundo.
Hombre 2: ¡No te dejaré!
Luchan. El Hombre 2 empuja al Hombre 3 y desaparecen
por el lado opuesto. El muro se abre y aparece el se-
pulcro de Julieta en Verona. Decoración realista. Rosales
y yedras. Luna. julieta está tendida en el sepulcro. Viste
un traje blanco de ópera. Lleva al aire sus dos senos de
celuloide rosado.
JuLieta, saltando del sepulcro: Por favor. No he tropezado
con una amiga en todo el tiempo, a pesar de haber cruzado
más de tres mil arcos vacíos. Un poco de ayuda, por favor.
Un poco de ayuda y un mar de sueño. (Canta.)
Un mar de sueño.
Un mar de tierra blanca
y los arcos vacíos por el cielo.
Mi cola por las naves, por las algas.
Mi cola por el tiempo.
Un mar de tiempo.
Playa de los gusanos leñadores
y delfín de cristal por los cerezos.
¡Oh puro amianto de final! ¡Oh ruina!
¡Oh soledad sin arco! ¡Mar de sueño!
- 33 -
Un tumulto de espadas y voces surge al fondo de la es-
cena.
JuLieta: Cada vez más gente. Acabarán por invadir mi sepul-
cro y ocupar mi propia cama. A mí no me importan las dis-
cusiones sobre el amor ni el teatro. Yo lo que quiero es amar.
CabaLLo bLanCo 1, apareciendo. Trae una espada en la mano:
¡Amar!
JuLieta: Sí. Con amor que dura sólo un momento.
CabaLLo bLanCo 1: Te he esperado en el jardín.
JuLieta: Dirás en el sepulcro.
CabaLLo bLanCo 1: Sigues tan loca como siempre. Julieta,
¿cuándo podrás darte cuenta de la perfección de un día?
Un día con mañana y con tarde.
JuLieta: Y con noche.
CabaLLo bLanCo 1: La noche no es el día. Y en un día lograrás
quitarte la angustia y ahuyentar las impasibles paredes de
mármol.
JuLieta: ¿Cómo?
CabaLLo bLanCo 1: Monta en mi grupa.
JuLieta: ¿Para qué?
CabaLLo bLanCo 1, acercándose: Para llevarte.
JuLieta: ¿Dónde?
CabaLLo bLanCo 1: A lo oscuro. En lo oscuro hay ramas suaves.
El cementerio de las alas tiene mil superficies de espesor.
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JuLieta, temblando: ¿Y qué me darás allí?
CabaLLo bLanCo 1: Te daré lo más callado de lo oscuro.
JuLieta: ¿El día?
CabaLLo bLanCo 1: El musgo sin luz. El tacto que devora
pequeños mundos con las yemas de los dedos.
JuLieta: ¿Eras tú el que ibas a enseñarme la perfección de
un día?
CabaLLo bLanCo 1: Para pasarte a la noche.
JuLieta, furiosa: ¿Y qué tengo yo, caballo idiota, que ver con
la noche? ¿Qué tengo yo que aprender de sus estrellas o
de sus borrachos? Será preciso que use veneno de rata para
librarme de gente molesta. Pero yo no quiero matar a las ra-
tas. Ellas traen para mí pequeños pianos y escobillas de laca.
CabaLLo bLanCo 1: Julieta, la noche no es un momento, pero
un momento puede durar toda la noche.
JuLieta, llorando: Basta. No quiero oírte más. ¿Para qué
quieres llevarme? Es el engaño la palabra del amor, el espejo
roto, el paso en el agua. Después me dejarías en el sepulcro
otra vez, como todos hacen tratando de convencer a los
que escuchan de que el verdadero amor es imposible. Ya
estoy cansada. Y me levanto a pedir auxilio para arrojar de
mi sepulcro a los que teorizan sobre mi corazón y a los que
me abren la boca con pequeñas pinzas de mármol.
CabaLLo bLanCo 1: El día es un fantasma que se sienta.
JuLieta: Pero yo he conocido mujeres muertas por el sol.
CabaLLo bLanCo 1: Comprende bien: un solo día para amar
todas las noches.
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JuLieta: ¡Lo de todos! ¡Lo de todos! Lo de los hombres, lo de
los árboles, lo de los caballos. Todo lo que quieres enseñarme
lo conozco perfectamente. La luna empuja de modo suave
las casas deshabitadas, provoca la caída de las columnas y
ofrece a los gusanos diminutas antorchas para entrar en el
interior de las cerezas. La luna lleva a las alcobas las caretas
de la meningitis, llena de agua fría los vientres de las em-
barazadas, y apenas me descuido arroja puñados de hierba
sobre mis hombros. No me mires, caballo, con ese deseo
que tan bien conozco. Cuando era muy pequeña, yo veía
en Verona a las hermosas vacas pacer en los prados. Luego
las veía pintadas en mis libros, pero las recordaba siempre
al pasar por las carnicerías.
CabaLLo bLanCo 1: Amor que sólo dura un momento.
JuLieta: Sí, un minuto; y Julieta, viva, alegrísima, libre del
punzante enjambre de lupas. Julieta en el comienzo, Julieta
a la orilla de la ciudad.
El tumulto de voces y espadas vuelve a surgir en el fondo
de la escena.
CabaLLo bLanCo 1:
Amor. Amar. Amor.
Amor del caracol, col, col, col,
que saca los cuernos al sol.
Amar. Amor. Amar
del caballo que lame
la bola de sal.
Baila.
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JuLieta: Ayer eran cuarenta y estaba dormida. Venían las ara-
ñas, venían las niñas y la joven violada por el perro tapándose
con los geranios, pero yo continuaba tranquila. Cuando las
ninfas hablan del queso, éste puede ser de leche de sirena
o de trébol, pero ahora son cuatro, son cuatro muchachos
los que me han querido poner un falito de barro y estaban
decididos a pintarme un bigote de tinta.
CabaLLo bLanCo 1:
Amor. Amar. Amor.
Amor de Ginido con el cabrón,
y de la mula con el caracol, col, col, col,
que saca los cuernos al sol.
Amar. Amor. Amar
de Júpiter en el establo con el pavo real
y el caballo que relincha dentro de la catedral.
JuLieta: Cuatro muchachos, caballo. Hacía mucho tiempo
que sentía el ruido del juego, pero no he despertado hasta
que brillaban los cuchillos.
Aparece el caballo negro. Lleva un penacho de plumas
del mismo color y una rueda en la mano.
CabaLLo negro: ¿Cuatro muchachos? Todo el mundo. Una
tierra de asfódelos y otra tierra de semillas. Los muertos si-
guen discutiendo y los vivos utilizan el bisturí. Todo el mundo.
CabaLLo bLanCo 1: A las orillas del Mar Muerto nacen unas
bellas manzanas de ceniza, pero la ceniza es buena.
CabaLLo negro: ¡Oh frescura! ¡Oh pulpa! ¡Oh rocío! Yo
como ceniza.
JuLieta: No, no es buena la ceniza. ¿Quién habla de ceniza?
- 37 -
CabaLLo bLanCo 1: No hablo de ceniza. Hablo de la ceniza
que tiene forma de manzana.
CabaLLo negro: Forma, ¡forma! Ansia de la sangre.
JuLieta: Tumulto.
CabaLLo negro: Ansia de la sangre y hastío de la rueda.
Aparecen los tres caballos blancos; traen largos bastones
de laca negra.
Los tres CabaLLos bLanCos: Forma y ceniza. Ceniza y forma.
Espejo. Y el que pueda acabar que ponga un pan de oro.
JuLieta, retorciéndose las manos: Forma y ceniza.
CabaLLo negro: Sí. Ya sabéis lo bien que degüello las palo-
mas. Cuando se dice roca yo entiendo aire. Cuando se dice
aire yo entiendo vacío. Cuando se dice vacío yo entiendo
paloma degollada.
CabaLLo bLanCo 1:
Amor. Amor. Amor
de la luna con el cascarón,
de la yema con la luna
y la nube con el cascarón.
Los tres CabaLLos bLanCos, golpeando el suelo con sus
bastones:
Amor. Amor. Amor
de la boñiga con el sol,
del sol con la vaca muerta
y el escarabajo con el sol.
- 38 -
CabaLLo negro: Por mucho que mováis los bastones las co-
sas no sucederán sino como tienen que suceder. ¡Malditos!
¡Escandalosos! He de recorrer el bosque en busca de resina
varias veces a la semana, por culpa vuestra, para tapar y
restaurar el silencio que me pertenece. (Persuasivo.) Vete,
Julieta. Te he puesto sábanas de hilo. Ahora empezará a caer
una lluvia fina coronada de yedras que mojará los cielos y
las paredes.
Los tres CabaLLos bLanCos: Tenemos tres bastones negros.
CabaLLo bLanCo 1: Y una espada.
Los tres CabaLLos bLanCos, a julieta: Hemos de pasar por tu
vientre para encontrar la resurrección de los caballos.
CabaLLo negro: Julieta, son las tres de la madrugada; si te
descuidas, las gentes cerrarán la puerta y no podrás pasar.
Los tres CabaLLos bLanCos: Le queda el prado y el horizonte
de montañas.
CabaLLo negro: Julieta, no hagas ningún caso. En el prado
está el campesino que se come los mocos, el enorme pie que
machaca al ratoncito, y el ejército de lombrices que moja de
babas la hierba viciosa.
CabaLLo bLanCo 1: Le quedan sus pechitos duros y, además,
ya se ha inventado la cama para dormir con los caballos.
Los tres CabaLLos bLanCos, agitando los bastones: Y quere-
mos acostarnos.
CabaLLo bLanCo 1: Con Julieta. Yo estaba en el sepulcro la
última noche y sé todo lo que pasó.
- 39 -
Los tres CabaLLos bLanCos, furiosos: ¡Queremos acostarnos!
CabaLLo bLanCo 1: Porque somos caballos verdaderos, caba-
llos de coche que hemos roto con las vergas la madera de
los pesebres y las ventanas del establo.
Los tres CabaLLos bLanCos: Desnúdate, Julieta, y deja al aire tu
grupa para el azote de nuestras colas. ¡Queremos resucitar!
(julieta se refugia con el caballo negro.)
CabaLLo negro: ¡Loca, más que loca!
JuLieta, rehaciéndose: No os tengo miedo. ¿Queréis acostaros
conmigo? ¿Verdad? Pues ahora soy yo la que quiere acos-
tarse con vosotros, pero yo mando, yo dirijo, yo os monto,
yo os corto las crines con mis tijeras.
CabaLLo negro: ¿Quién pasa a través de quién? ¡Oh amor,
amor, que necesitas pasar tu luz por los calores oscuros! ¡Oh
mar apoyado en la penumbra y flor en el culo del muerto!
JuLieta, enérgica: No soy yo una esclava para que me hinquen
punzones de ámbar en los senos ni un oráculo para los que
tiemblan de amor a la salida de las ciudades. Todo mi sueño
ha sido con el olor de la higuera y la cintura del que corta
las espigas. ¡Nadie a través de mí! ¡Yo a través de vosotros!
CabaLLo negro: Duerme, duerme, duerme.
Los tres CabaLLos bLanCos, empuñan los bastones y por las
conteras de éstos saltan tres chorros de agua: Te orinamos,
te orinamos. Te orinamos como orinamos a las yeguas,
como la cabra orina el hocico del macho y el cielo orina a
las magnolias para ponerlas de cuero.
- 40 -
CabaLLo negro, a julieta: A tu sitio. Que nadie pase a través
de ti.
JuLieta: ¿Me he de callar entonces? Un niño recién nacido
es hermoso.
Los tres CabaLLos bLanCos: Es hermoso. Y arrastraría la cola
por todo el cielo.
Aparece por la derecha el Hombre 1 con el Director de es-
cena. El Director de escena viene, como en el primer acto,
transformado en un arlequín blanco.
Hombre 1: ¡Basta, señores!
direCtor: ¡Teatro al aire libre!
CabaLLo bLanCo 1: No. Ahora hemos inaugurado el verdadero
teatro. El teatro bajo la arena.
CabaLLo negro: Para que se sepa la verdad de las sepulturas.
Los tres CabaLLos bLanCos: Sepulturas con anuncios, focos
de gas y largas filas de butacas.
Hombre 1: ¡Sí! Ya hemos dado el primer paso. Pero yo sé
positivamente que tres de vosotros se ocultan, que tres de
vosotros nadan todavía en la superficie. (Los tres caballos
blancos se agrupan inquietos.) Acostumbrados al látigo de
los cocheros y a las tenazas de los herradores tenéis miedo
de la verdad.
CabaLLo negro: Cuando se hayan quitado el último traje de
sangre, la verdad será una ortiga, un cangrejo devorado, o
un trozo de cuero detrás de los cristales.
- 41 -
Hombre 1: Deben desaparecer inmediatamente de este sitio.
Ellos tienen miedo del público. Yo sé la verdad, yo sé que
ellos no buscan a Julieta, y ocultan un deseo que me hiere
y que leo en sus ojos.
CabaLLo negro: No un deseo; todos los deseos. Como tú.
Hombre 1: Yo no tengo más que un deseo.
CabaLLo bLanCo 1: Como los caballos, nadie olvida su
máscara.
Hombre 1: Yo no tengo máscara.
direCtor: No hay más que máscara. Tenía yo razón, Gonzalo.
Si burlamos la máscara, ésta nos colgará de un árbol como
al muchacho de América.
JuLieta, llorando: ¡Máscara!
CabaLLo bLanCo 1: Forma.
direCtor: En medio de la calle la máscara nos abrocha los
botones y evita el rubor imprudente que a veces surge en
las mejillas. En la alcoba, cuando nos metemos los dedos en
las narices, o nos exploramos delicadamente el trasero, el
yeso de la máscara oprime de tal forma nuestra carne que
apenas si podemos tendernos en el lecho.
Hombre 1, al Director: Mi lucha ha sido con la máscara hasta
conseguir verte desnudo. (Lo abraza.)
CabaLLo bLanCo 1, burlón: Un lago es una superficie.
Hombre 1, irritado: ¡O un volumen!
CabaLLo bLanCo 1, riendo: Un volumen son mil superficies.
- 42 -
direCtor, al Hombre 1: No me abraces, Gonzalo. Tu amor vive
sólo en presencia de testigos. ¿No me has besado lo bastante
en la ruina? Desprecio tu elegancia y tu teatro. (Luchan.)
Hombre 1: Te amo delante de los otros porque abomino de
la máscara y porque ya he conseguido arrancártela.
direCtor: ¿Por qué soy tan débil?
Hombre 1, luchando: Te amo.
direCtor, luchando: Te escupo.
JuLieta: ¡Están luchando!
CabaLLo negro: Se aman.
Los tres CabaLLos bLanCos:
Amor, amor, amor.
Amor del uno con el dos
y amor del tres que se ahoga
por ser uno entre los dos.
Hombre 1: Desnudaré tu esqueleto.
direCtor: Mi esqueleto tiene siete luces.
Hombre 1: Fáciles para mis siete manos.
direCtor: Mi esqueleto tiene siete sombras.
Los tres CabaLLos bLanCos: Déjalo, déjalo.
CabaLLo bLanCo 1, al Hombre 1: Te ordeno que lo dejes.
Los caballos separan al Hombre 1 y al Director.
direCtor: Esclavo del león, puedo ser amigo del caballo.
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CabaLLo bLanCo 1, abrazándolo: Amor.
direCtor: Meteré las manos en las grandes bolsas para arrojar
al fango las monedas y las sumas llenas de miguitas de pan.
JuLieta, al caballo negro: ¡Por favor!
CabaLLo negro, inquieto: Espera.
Hombre 1: No ha llegado la hora todavía de que los caba llos
se lleven un desnudo que yo he hecho blanco a fuerza de
lágrimas.
Los tres caballos blancos detienen al Hombre 1.
Hombre 1: ¡Enrique!
direCtor: ¿Enrique? Ahí tienes a Enrique. (Se quita rápida-
mente el traje y lo tira detrás de una columna. Debajo lleva un
sutilísimo traje De bailarina. Por detrás de la columna aparece
el traje De enrique. Este personaje es el mismo arlequín blanco
con una careta amarillo pálido.)
eL traJe de arLequín: Tengo frío. Luz eléctrica. Pan. Estaban
quemando goma. (Queda rígido.)
direCtor, al Hombre 1: ¿No vendrás ahora conmigo? ¡Con la
Guillermina de los caballos!
CabaLLo bLanCo 1: Luna y raposa y botella de las tabernillas.
direCtor: Pasaréis vosotros, y los barcos, y los regimientos y,
si quieren, las cigüeñas pueden pasar también. ¡Ancha soy!
Los tres CabaLLos bLanCos: ¡Guillermina!
direCtor: No Guillermina. Yo no soy Guillermina. Yo soy la
Dominga de los negritos. (Se arranca las gasas y aparece
- 44 -
vestido con un maillot todo lleno de pequeños cascabeles.
Lo arroja detrás de la columna y desaparece seguido de los
caballos. Entonces aparece el personaje traje De bailarina.)
eL traJe de baiLarina: Gui-guiller-guillermi-guillermina.
Na-nami-namiller-namillergui. Dejadme entrar o dejadme
salir. (Cae al suelo dormida.)
Hombre 1: ¡Enrique, ten cuidado con las escaleras!
direCtor, fuera: ¡Luna y raposa de los marineros borrachos!
JuLieta, al caballo negro: Dame la medicina para dormir.
CabaLLo negro: Arena.
Hombre 1, gritando: ¡En pez luna; sólo deseo que tú seas un
pez luna! ¡Que te conviertas en un pez luna! (Sale detrás
violentamente.)
eL traJe de arLequín: Enrique. Luz eléctrica. Pan. Estaban
quemando goma.
Aparecen por la izquierda el Hombre 3 y el Hombre 2. El
Hombre 2 es la mujer del Pijama Negro y las amapolas del
cuadro I. El Hombre 3, sin transformar.
Hombre 2: Me quiere tanto que si nos ve juntos, sería capaz
de asesinarnos. Vamos. Ahora yo te serviré para siempre.
Hombre 3: Tu belleza era hermosa por debajo de las columnas.
JuLieta, a la pareja: Vamos a cerrar la puerta.
Hombre 2: La puerta del teatro no se cierra nunca.
JuLieta: Llueve mucho, amiga mía.
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Empieza a llover. El Hombre 3 saca del bolsillo una careta
de ardiente expresión y se cubre el rostro.
Hombre 3, galante: ¿Y no pudiera quedarme a dormir en
este sitio?
JuLieta: ¿Para qué?
Hombre 3: Para gozarte. (Habla con ella.)
Hombre 2, al caballo negro: ¿Vio salir a un hombre con barba
negra, moreno, al que le chillaban un poco los zapatos de
charol?
CabaLLo negro: No lo vi.
Hombre 3, a julieta: ¿Y quién mejor que yo para defenderte?
JuLieta: ¿Y quién más digna de amor que tu amiga?
Hombre 3: ¿Mi amiga? (Furioso.) ¡Siempre por vuestra cul-
pa pierdo! Ésta no es mi amiga. Ésta es una máscara, una
escoba, un perro débil de sofá.
Lo desnuda violentamente, le quita el pijama, la peluca
y aparece el Hombre 2 sin barba, con el traje del primer
cuadro.
Hombre 2: ¡Por caridad!
Hombre 3, a julieta: Lo traía disfrazado para defenderlo de los
bandidos. Bésame la mano, besa la mano de tu protector.
Aparece el traje De Pijama con las amapolas. La cara de
este personaje es blanca, lisa y comba como un huevo
de avestruz. El Hombre 3 empuja al Hombre 2 y lo hace
desaparecer por la derecha.
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Hombre 2: ¡Por caridad!
El traje se sienta en las escaleras y golpea lentamente su
cara lisa con las manos, hasta el final.
Hombre 3, saca del bolsillo una gran capa roja que pone
sobre sus hombros enlazando a julieta: «Mira, amor mío…,
qué envidiosas franjas de luz ribetean las rasgadas nubes
allá en el Oriente…» El viento quiebra las ramas del ciprés…
JuLieta: ¡No es así!
Hombre 3: …Y visita en la India a todas las mujeres que tienen
las manos de agua.
CabaLLo negro, agitando la rueda: ¡Se va a cerrar!
JuLieta: ¡Llueve mucho!
Hombre 3: Espera, espera. Ahora canta el ruiseñor.
JuLieta, temblando: ¡El ruiseñor, Dios mío! ¡El ruiseñor…!
CabaLLo negro: ¡Que no te sorprenda! (La coge rápidamente
y la tiende en el sepulcro.)
JuLieta, durmiéndose: ¡El ruiseñor…!
CabaLLo negro, saliendo: Mañana volveré con la arena.
JuLieta: Mañana.
Hombre 3, junto al sepulcro: ¡Amor mío, vuelve! El viento
quiebra las hojas de los arces. ¿Qué has hecho? (La abraza.)
Voz, fuera: ¡Enrique!
eL traJe de arLequín: Enrique.
- 47 -
eL traJe de baiLarina: Guillermina. ¡Acabar ya de una vez!
(Llora.)
Hombre 3: Espera, espera. Ahora canta el ruiseñor. (Se oye
la bocina. El Hombre 3 deja la careta sobre el rostro de julieta
y cubre el cuerpo de ésta con la capa roja.) Llueve dema-
siado. (Abre un paraguas y sale en silencio sobre las puntas
de los pies.)
Hombre 1, entrando: Enrique, ¿cómo has vuelto?
eL traJe de arLequín: Enrique, ¿cómo has vuelto?
Hombre 1: ¿Por qué te burlas?
eL traJe de arLequín: ¿Por qué te burlas?
Hombre 1, abrazando al traje: Tenías que volver para mí, para
mi amor inagotable, después de haber vencido las hierbas
y los caballos.
eL traJe de arLequín: ¡Los Caballos!
Hombre 1: ¡Dime, dime que has vuelto por mí!
eL traJe de arLequín, con voz débil: Tengo frío. Luz eléctrica.
Pan. Estaban quemando goma.
Hombre 1, abrazándolo con violencia: ¡Enrique!
eL traJe de arLequín, con voz cada vez más débil: Enrique.
eL traJe de baiLarina, con voz tenue: Guillermina.
Hombre 1, arrojando el traje al suelo y subiendo por las
escaleras: ¡Enriqueee!
eL traJe de arLequín, en el suelo: Enriqueeeee.
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La Figura con el rostro de huevo se lo golpea incesante-
mente con las manos. Sobre el ruido de la lluvia canta el
verdadero ruiseñor.
Telón
- 49 -
CUADRO CUARTO
En el centro de la escena, una cama de frente y per-
pendicular, como pintada por un primitivo, donde hay
un DesnuDo rojo co ronado de espinas azules. Al fondo,
unos arcos y escaleras que conducen a los palcos de un
gran teatro. A la derecha, la portada de una universi-
dad. Al levantarse el telón se oye una salva de aplausos.
desnudo: ¿Cuándo acabáis?
enFermero, entrando rápidamente: Cuando cese el tumulto.
desnudo: ¿Qué piden?
enFermero: Piden la muerte del Director de escena.
desnudo: ¿Y qué dicen de mí?
enFermero: Nada.
desnudo: Y de Gonzalo, ¿se sabe algo?
enFermero: Lo están buscando en la ruina.
desnudo: Yo deseo morir. ¿Cuántos vasos de sangre me
habéis sacado?
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enFermero: Cincuenta. Ahora te daré la hiel, y luego, a las
ocho, vendré con el bisturí para ahondarte la herida del
costado.
desnudo: Es la que tiene más vitaminas.
enFermero: Sí.
desnudo: ¿Dejaron salir a la gente bajo la arena?
enFermero: Al contrario. Los soldados y los ingenieros están
cerrando todas las salidas.
desnudo: ¿Cuánto falta para Jerusalén?
enFermero: Tres estaciones, si queda bastante carbón.
desnudo: Padre mío, aparta de mí este cáliz de amargura.
enFermero: Cállate. Ya es éste el tercer termómetro que
rompes.
Aparecen los estuDiantes. Visten mantos negros y becas
rojas.
estudiante 1: ¿Por qué no limamos los hierros?
estudiante 2: La callejuela está llena de gente armada y es
difícil huir por allí.
estudiante 3: ¿Y los caballos?
estudiante 1: Los Caballos lograron escapar rompiendo el
techo de la escena.
estudiante 4: Cuando estaba encerrado en la torre los vi
subir agrupados por la colina. Iban con el Director de escena.
estudiante 1: ¿No tiene foso el teatro?
- 51 -
estudiante 2: Pero hasta los fosos están abarrotados de pú-
blico. Más vale quedarse. (Se oye una salva de aplausos. El
enFermero incorpora al DesnuDo y le arregla las almohadas.)
desnudo: Tengo sed.
enFermero: Ya se ha enviado al teatro por el agua.
estudiante 4: La primera bomba de la revolución barrió la
cabeza del profesor de retórica.
estudiante 2: Con gran alegría para su mujer, que ahora tra-
bajará tanto que tendrá que ponerse dos grifos en las tetas.
estudiante 3: Dicen que por las noches subía un caballo con
ella a la terraza.
estudiante 1: Precisamente ella fue la que vio por una clara-
boya del teatro todo lo que ocurría y dio la voz de alarma.
estudiante 4: Y aunque los poetas pusieron una escalera
para asesinarla, ella siguió dando voces y acudió la multitud.
estudiante 2: ¿Se llama?
estudiante 3: Se llama Elena.
estudiante 1, aparte: Selene.
estudiante 2, al estuDiante 1: ¿Qué te pasa?
estudiante 1: Tengo miedo de salir al aire.
Por las escaleras bajan los dos laDrones. Varias Damas, ves-
tidas de noche, salen precipitadamente de los palcos. Los
estuDiantes discuten.
dama 1: ¿Estarán todavía los coches a la puerta?
- 52 -
dama 2: ¡Qué horror!
dama 3: Han encontrado al Director de escena dentro del
sepulcro.
dama 1: ¿Y Romeo?
dama 4: Lo estaban desnudando cuando salimos.
muCHaCHo 1: El público quiere que el poeta sea arrastrado
por los caballos.
dama 1: Pero ¿por qué? Era un drama delicioso y la revolu-
ción no tiene derecho a profanar las tumbas.
dama 2: Las voces estaban vivas y sus apariencias también.
¿Qué necesidad teníamos de lamer los esqueletos?
muCHaCHo 1: Tiene razón. El acto del sepulcro estaba prodi-
giosamente desarrollado. Pero yo descubrí la mentira cuando
vi los pies de Julieta. Eran pequeñísimos.
dama 2: ¡Deliciosos! No querrá usted ponerles reparo.
muCHaCHo 1: Sí, pero eran demasiado pequeños para ser pies
de mujer. Eran demasiado perfectos y demasiado femeninos.
Eran pies de hombre, pies inventados por un hombre.
dama 2: ¡Qué horror!
Del teatro llegan murmullos y ruido de espadas.
dama 3: ¿No podremos salir?
muCHaCHo 1: En este momento llega la revolución a la cate-
dral. Vamos por la escalera. (Salen.)
estudiante 5: El tumulto comenzó cuando vieron que Romeo
y Julieta se amaban de verdad.
- 53 -
estudiante 2: Precisamente fue por todo lo contrario. El
tumulto comenzó cuando observaron que no se amaban,
que no podían amarse nunca.
estudiante 4: El público tiene sagacidad para descubrirlo
todo y por eso protestó.
estudiante 2: Precisamente por eso. Se amaban los esqueletos
y estaban amarillos de llama, pero no se amaban los trajes
y el público vio varias veces la cola de Julieta cubierta de
pequeños sapitos de asco.
estudiante 4: La gente se olvida de los trajes en las repre-
sentaciones y la revolución estalló cuando se encontraron a
la verdadera Julieta amordazada debajo de las sillas y cubierta
de algodones para que no gritase.
estudiante 1: Aquí está la gran equivocación de todos y por
eso el teatro agoniza. El público no debe atravesar las sedas
y los cartones que el poeta levanta en su dormitorio. Romeo
puede ser un ave y Julieta puede ser una piedra. Romeo pue-
de ser un grano de sal y Julieta puede ser un mapa. ¿Qué le
importa esto al público?
estudiante 4: Nada. Pero un ave no puede ser un gato, ni
una piedra puede ser un golpe de mar.
estudiante 2: Es cuestión de forma, de máscara. Un gato
puede ser una rana, y la luna de invierno puede ser muy
bien un haz de leña cubierto de gusanos ateridos. El público
se ha de dormir en la palabra y no ha de ver a través de la
columna las ovejas que balan y las nubes que van por el cielo.
estudiante 4: Por eso ha estallado la revolución. El Direc tor
de escena abrió los escotillones, y la gente pudo ver cómo
- 54 -
el veneno de las venas falsas había causado la muerte ver-
dadera de muchos niños. No son las formas disfrazadas
las que levantan la vida, sino el cabello de barómetro que
tienen detrás.
estudiante 2: En último caso, ¿es que Romeo y Julieta tie-
nen que ser necesariamente un hombre y una mujer para
que la escena del sepulcro se produzca de manera viva y
desgarradora?
estudiante 1: No es necesario, y esto era lo que se propuso
demostrar con genio el Director de escena.
estudiante 4, irritado: ¿Que no es necesario? Entonces que
se paren las máquinas y arrojad los granos de trigo sobre
un campo de acero.
estudiante 2: ¿Y qué pasaría? Pasaría que vendrían los hon-
gos y los latidos se harían quizá más intensos y apasionantes.
Lo que pasa es que se sabe lo que alimenta un grano de
trigo y se ignora lo que alimenta un hongo.
estudiante 5, saliendo de los palcos: Ha llegado el juez, y
antes de asesinarlos, les van a hacer repetir la escena del
sepulcro.
estudiante 4: Vamos. Veréis cómo tengo razón.
estudiante 2: Sí. Vamos a ver la última Julieta verdadera mente
femenina que se verá en el teatro. (Salen rápidamente.)
desnudo: Padre mío, perdónalos, que no saben lo que se
hacen.
enFermero, a los laDrones: ¿Por qué llegáis a esta hora?
- 55 -
Los Ladrones: Se ha equivocado el traspunte.
enFermero: ¿Os han puesto las inyecciones?
Los Ladrones: Sí.
Se sientan a los pies de la cama con unos cirios encendi-
dos. La escena queda en penumbra. Aparece el trasPunte.
enFermero: ¿Son éstas horas de avisar?
trasPunte: Le ruego me perdone. Pero se había perdido la
barba de José de Arimatea.
enFermero: ¿Está preparado el quirófano?
trasPunte: Sólo faltan los candeleros, el cáliz y las ampollas
de aceite alcanforado.
enFermero: Date prisa. (Se va el trasPunte.)
desnudo: ¿Falta mucho?
enFermero: Poco. Ya han dado la tercera campanada. Cuando
el Emperador se disfrace de Poncio Pilato.
muCHaCHo 1, aparece con las Damas: ¡Por favor! No se dejen
ustedes dominar por el pánico.
dama 1: Es horrible perderse en un teatro y no encontrar
la salida.
dama 2: Lo que más miedo me ha dado ha sido el lobo de
cartón y las cuatro serpientes en el estanque de hojalata.
dama 3: Cuando subíamos por el monte de la ruina creímos
ver la luz de la aurora, pero tropezamos con los telones y
traigo mis zapatos de tisú manchados de petróleo.
- 56 -
dama 4, asomándose a los arcos: Están representando otra
vez la escena del sepulcro. Ahora es seguro que el fuego
romperá las puertas, porque cuando yo lo vi, hace un mo-
mento, ya los guardianes tenían las manos achicharradas y
no lo podían contener.
muCHaCHo 1: Por las ramas de aquel árbol podemos alcanzar
uno de los balcones y desde allí pediremos auxilio.
enFermero, en alta voz: ¿Cuándo va a comenzar el toque
de agonía?
Se oye una campana.
Los Ladrones, levantando los cirios: Santo. Santo. Santo.
desnudo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
enFermero: Te has adelantado dos minutos.
desnudo: Es que el ruiseñor ha cantado ya.
enFermero: Es cierto. Y las farmacias están abiertas para la
agonía.
desnudo: Para la agonía del hombre solo, en las plataformas
y en los trenes.
enFermero, mirando el reloj y en voz alta: Traed la sábana.
Mucho cuidado con que el aire que ha de soplar no se lleve
vuestras pelucas. Deprisa.
Los Ladrones: Santo. Santo. Santo.
desnudo: Todo se ha consumado.
La cama gira sobre un eje y el DesnuDo desaparece. Sobre
el reverso del lecho aparece tendido el Hombre 1, siempre
con frac y barba negra.
- 57 -
Hombre 1, cerrando los ojos: ¡Agonía!
La luz toma un fuerte tinte plateado de pantalla cinema-
tográfica. Los arcos y escaleras del fondo aparecen teñi-
dos de una granulada luz azul. El enFermero y los laDrones
desaparecen con paso de baile sin dar la espalda. Los
estuDiantes salen por debajo de uno de los arcos. Llevan
pequeñas linternas eléctricas.
estudiante 4: La actitud del público ha sido detestable.
estudiante 1: Detestable. Un espectador no debe formar
nunca parte del drama. Cuando la gente va al aquárium no
asesina a las serpientes de mar ni a las ratas de agua, ni a los
peces cubiertos de lepra, sino que resbala sobre los cristales
sus ojos y aprende.
estudiante 4: Romeo era un hombre de treinta años y Julieta
un muchacho de quince. La denuncia del público fue eficaz.
estudiante 2: El Director de escena evitó de manera genial
que la masa de espectadores se enterase de esto, pero los
caballos y la revolución han destruido sus planes.
estudiante 4: Lo que es inadmisible es que los hayan
asesinado.
estudiante 1: Y que hayan asesinado también a la verdadera
Julieta que gemía debajo de las butacas.
estudiante 4: Por pura curiosidad, para ver lo que tenían
dentro.
estudiante 3: ¿Y qué han sacado en claro? Un racimo de
heridas y una desorientación absoluta.
- 58 -
estudiante 4: La repetición del acto ha sido maravillosa por-
que indudablemente se amaban con un amor incalculable,
aunque yo no lo justifique. Cuando cantó el ruiseñor yo no
pude contener mis lágrimas.
estudiante 3: Y toda la gente; pero después enarbolaron
los cuchillos y los bastones porque la letra era más fuerte
que ellos y la doctrina, cuando desata su cabellera, puede
atropellar sin miedo las verdades más inocentes.
estudiante 5, alegrísimo: Mirad, he conseguido un zapato de
Julieta. La estaban amortajando las monjas y lo he robado.
estudiante 4, serio: ¿Qué Julieta?
estudiante 5: ¿Qué Julieta iba a ser? La que estaba en el
escenario, la que tenía los pies más bellos del mundo.
estudiante 4, con asombro: ¿Pero no te has dado cuenta de
que la Julieta que estaba en el sepulcro era un joven disfra-
zado, un truco del Director de escena, y que la verdadera
Julieta estaba amordazada debajo de los asientos?
estudiante 5, rompiendo a reír: ¡Pues me gusta! Parecía muy
hermosa, y si era un joven disfrazado no me importa nada; en
cambio, no hubiese recogido el zapato de aquella muchacha
llena de polvo que gemía como una gata debajo de las sillas.
estudiante 3: Y, sin embargo, por eso la han asesinado.
estudiante 5: Porque están locos. Pero yo que subo dos veces,
todos los días, la montaña y guardo, cuando terminan mis
estudios, un enorme rebaño de toros con los que tengo que
luchar y vencer cada instante, no me queda tiempo para
pensar si es hombre o mujer o niño, sino para ver que me
gusta con un alegrísimo deseo.
- 59 -
estudiante 1: ¡Magnífico! ¿Y si yo quiero enamorarme de
un cocodrilo?
estudiante 5: Te enamoras.
estudiante 1: ¿Y si quiero enamorarme de ti?
estudiante 5, arrojándole el zapato: Te enamoras también,
yo te dejo, y te subo en hombros por los riscos.
estudiante 1: Y lo destruimos todo.
estudiante 5: Los tejados y las familias.
estudiante 1: Y donde se hable de amor entraremos con
botas de foot-ball echando fango por los espejos.
estudiante 5: Y quemaremos el libro donde los sacerdotes
leen la misa.
estudiante 1: Vamos. ¡Vamos pronto!
estudiante 5: Yo tengo cuatrocientos toros. Con las maromas
que torció mi padre los engancharemos a las rocas para
partirlas y que salga un volcán.
estudiante 1: ¡Alegría! Alegría de los muchachos, y de las
muchachas, y de las ranas, y de los pequeños taruguitos de
madera.
trasPunte, apareciendo: ¡Señores!, clase de geometría
descriptiva.
Hombre 1: Agonía.
La escena va quedando en penumbra. Los estuDiantes en-
cienden sus linternas y entran en la universidad.
- 60 -
trasPunte, displicente: ¡No hagan sufrir a los cristales!
estudiante 5, huyendo por los arcos con el estuDiante 1:
¡Alegría! ¡Alegría! ¡Alegría!
Hombre 1: Agonía. Soledad del hombre en el sueño lleno
de ascensores y trenes donde tú vas a velocidades inasibles.
Soledad de los edificios, de las esquinas, de las playas, donde
tú no aparecerás ya nunca.
dama 1, por las escaleras: ¿Otra vez la misma decoración?
¡Es horrible!
muCHaCHo 1: ¡Alguna puerta será la verdadera!
dama 2: ¡Por favor! ¡No me suelte usted de la mano!
muCHaCHo 1: Cuando amanezca nos guiaremos por las
claraboyas.
dama 3: Empiezo a tener frío con este traje.
Hombre 1, con voz débil: ¡Enrique! ¡Enrique!
dama 1: ¿Qué ha sido eso?
muCHaCHo 1: Calma.
La escena está a oscuras. La linterna del mucHacHo 1 ilu-
mina la cara muerta del Hombre 1.
Telón
- 61 -
[SOLO DEL PASTOR BOBO]
Cortina azul.
En el centro, un gran armario lleno de caretas blancas
de diversas expresiones. Cada careta tiene su lucecita
delante. El Pastor bobo viene por la derecha. Viste de
pieles bárbaras y lleva en la cabeza un embudo lleno de
plumas y ruedecillas. Toca un aristón y danza con ritmo
lento.
eL Pastor:
El pastor bobo guarda las caretas.
Las caretas
de los pordioseros y de los poetas
que matan a las gipaetas
cuando vuelan por las aguas quietas.
Careta
de los niños que usan la puñeta
y se pudren debajo de una seta.
Caretas
de las águilas con muletas.
Careta de la careta
que era de yeso de Creta
y se puso de harinita color violeta
- 62 -
en el asesinato de Julieta.
Adivina. Adivinilla. Adivineta
de un teatro sin lunetas
y un cielo lleno de sillas
con el hueco de una careta.
Balad, balad, balad, caretas.
Las caretas balan imitando las ovejas y alguna tose.
Los Caballos se comen la seta
y se pudren bajo la veleta.
Las águilas usan la puñeta
y se llenan de fango bajo el cometa,
y el cometa devora la gipaeta
que rayaba el pecho del poeta.
¡Balad, balad, balad, caretas!
Europa se arranca las tetas,
Asia se queda sin lunetas
y América es un cocodrilo
que no necesita careta.
La musiquilla, la musiqueta
de las púas heridas y la limeta.
Empuja el armario, que va montado sobre ruedas, y des-
aparece. Las caretas balan.
- 63 -
CUADRO QUINTO
La misma decoración que en el primer cuadro. A la
izquierda, una gran cabeza de caballo colocada en el
suelo. A la derecha, un ojo enorme y un grupo de árbo-
les con nubes, apoyados en la pared. Entra el Director
de escena con el PrestiDigitaDor. El PrestiDigitaDor viste de
frac, capa blanca de raso que le llega a los pies y lleva
sombrero de copa. El Director de escena tiene el traje
del primer cuadro.
direCtor: Un prestidigitador no puede resolver este asunto,
ni un médico, ni un astrónomo, ni nadie. Es muy sencillo
soltar a los leones y luego llover azufre sobre ellos. No siga
usted hablando.
Prestidigitador: Me parece que usted, hombre de máscara,
no recuerda que nosotros usamos la cortina oscura.
direCtor: Cuando las gentes están en el cielo; pero dígame,
¿qué cortina se puede usar en un sitio donde el aire es tan
violento que desnuda a la gente y hasta los niños llevan
navajitas para rasgar los telones?
Prestidigitador: Naturalmente, la cortina del prestidigitador
presupone un orden en la oscuridad del truco; por eso, ¿por
- 64 -
qué eligieron ustedes una tragedia manida y no hicieron un
drama original?
direCtor: Para expresar lo que pasa todos los días en todas las
grandes ciudades y en los campos por medio de un ejemplo
que, admitido por todos a pesar de su originalidad, ocurrió
sólo una vez. Pude haber elegido el Edipo o el Otelo. En
cambio, si hubiera levantado el telón con la verdad original,
se hubieran manchado de sangre las butacas desde las
primeras escenas.
Prestidigitador: Si hubieran empleado «la flor de Diana»
que la angustia de Shakespeare utilizó de manera irónica
en el Sueño de una noche de verano, es probable que la
representación habría terminado con éxito. Si el amor es
pura casualidad y Titania, reina de los silfos, se enamora
de un asno, nada de particular tendría que, por el mismo
procedimiento, Gonzalo bebiera en el music-hall con un
muchacho blanco sentado en las rodillas.
direCtor: Le suplico no siga hablando.
Prestidigitador: Construyan ustedes un arco de alambre,
una cortina y un árbol de frescas hojas, corran y descorran
la cortina a tiempo y nadie se extrañará de que el árbol se
convierta en un huevo de serpiente. Pero ustedes lo que
querían era asesinar a la paloma y dejar en lugar suyo un
pedazo de mármol lleno de pequeñas salivas habladoras.
direCtor: Era imposible hacer otra cosa; mis amigos y yo
abrimos el túnel bajo la arena sin que lo notara la gente de
la ciudad. Nos ayudaron muchos obreros y estudiantes que
ahora niegan haber trabajado a pesar de tener las manos
- 65 -
llenas de heridas. Cuando llegamos al sepulcro levantamos
el telón.
Prestidigitador: ¿Y qué teatro puede salir de un sepulcro?
direCtor: Todo el teatro sale de las humedades confinadas.
Todo el teatro verdadero tiene un profundo hedor de luna
pasada. Cuando los trajes hablan, las personas vivas son
ya botones de hueso en las paredes del calvario. Yo hice
el túnel para apoderarme de los trajes y, a través de ellos,
haber enseñado el perfil de una fuerza oculta cuando ya el
público no tuviera más remedio que atender, lleno de espíritu
y subyugado por la acción.
Prestidigitador: Yo convierto sin ningún esfuerzo un frasco
de tinta en una mano cortada llena de anillos antiguos.
direCtor, irritado: Pero eso es mentira, ¡eso es teatro! Si yo
pasé tres días luchando con las raíces y los golpes de agua
fue para destruir el teatro.
Prestidigitador: Lo sabía.
direCtor: Y demostrar que si Romeo y Julieta agonizan y
mueren para despertar sonriendo cuando cae el telón, mis
personajes, en cambio, queman la cortina y mueren de ver-
dad en presencia de los espectadores. Los Caballos, el mar;
el ejército de las hierbas lo han impedido. Pero algún día,
cuando se quemen todos los teatros, se encontrará en los
sofás, detrás de los espejos y dentro de las copas de cartón
dorado, la reunión de nuestros muertos encerrados allí por
el público. ¡Hay que destruir el teatro o vivir en el teatro! No
vale silbar desde las ventanas. Y si los perros gimen de modo
tierno hay que levantar la cortina sin prevenciones. Yo conocí
- 66 -
a un hombre que barría su tejado y limpiaba claraboyas y
barandas solamente por galantería con el cielo.
Prestidigitador: Si avanzas un escalón más, el hombre te
parecerá una brizna de hierba.
direCtor: No una brizna de hierba, pero sí un navegante.
Prestidigitador: Yo puedo convertir un navegante en una
aguja de coser.
direCtor: Eso es precisamente lo que se hace en el teatro.
Por eso yo me atreví a realizar un dificilísimo juego poético
en espera de que el amor rompiera con ímpetu y diera nueva
forma a los trajes.
Prestidigitador: Cuando dice usted amor yo me asombro.
direCtor: Sea sombra, ¿de qué?
Prestidigitador: Veo un paisaje de arena reflejado en un
espejo turbio.
direCtor: ¿Y qué más?
Prestidigitador: Que no acaba nunca de amanecer.
direCtor: Es posible.
Prestidigitador, displicente y golpeando la cabeza de caballo
con las yemas de los dedos: Amor.
direCtor, sentándose en la mesa: Cuando dice usted amor
yo me asombro.
Prestidigitador: Se asombra, ¿de qué?
direCtor: Veo que cada grano de arena se convierte en una
hormiga vivísima.
- 67 -
Prestidigitador: ¿Y qué más?
direCtor: Que anochece cada cinco minutos.
Prestidigitador, mirándolo fijamente: Es posible. (Pausa.)
Pero, ¿qué se puede esperar de una gente que inaugura el
teatro bajo la arena? Si abriera usted esa puerta se llena ría
esto de mastines, de locos, de lluvias, de hojas monstruosas,
de ratas de alcantarilla. ¿Quién pensó nunca que se pueden
romper todas las puertas de un drama?
direCtor: Es rompiendo todas las puertas el único modo que
tiene el drama de justificarse, viendo por sus propios ojos
que la ley es un muro que se disuelve en la más pequeña
gota de sangre. Me repugna el moribundo que dibuja con
el dedo una puerta sobre la pared y se duerme tranquilo. El
verdadero drama es un circo de arcos donde el aire y la luna y
las criaturas entran y salen sin tener un sitio donde descansar.
Aquí está usted pisando un teatro donde se han dado dramas
auténticos y donde se ha sostenido un verdadero combate
que ha costado la vida a todos los intérpretes. (Llora.)
Criado, entrando precipitadamente: Señor.
direCtor: ¿Qué ocurre? (Entra el traje blanco De arlequín y una
señora vestida de negro con la cara cubierta por un espeso
tul que impide ver su rostro.)
señora: ¿Dónde está mi hijo?
direCtor: ¿Qué hijo?
señora: Mi hijo Gonzalo.
direCtor, irritado: Cuando terminó la representación bajó
precipitadamente al foso del teatro con ese muchacho que
- 68 -
viene con usted. Más tarde el traspunte lo vio tendido en la
cama imperial de la guardarropía. A mí no me debe preguntar
nada. Hoy todo aquello está bajo la tierra.
eL traJe de arLequín, llorando: Enrique.
señora: ¿Dónde está mi hijo? Los pescadores me llevaron
esta mañana un enorme pez luna, pálido, descompuesto,
y me gritaron: ¡Aquí tienes a tu hijo! Como el pez manaba
sin cesar un hilito de sangre por la boca, los niños reían y
pintaban de rojo las suelas de sus botas. Cuando yo cerré mi
puerta sentí como la gente de los mercados lo arrastraban
hacia el mar.
eL traJe de arLequín: Hacia el mar.
direCtor: La representación ha terminado hace horas y yo
no tengo responsabilidad de lo que ha ocurrido.
señora: Yo presentaré mi denuncia y pediré justicia delante
de todos. (Inicia el mutis.)
Prestidigitador: Señora, por ahí no puede salir.
sora: Tiene razón. El vestíbulo está completamente a
oscuras. (Va a salir por la puerta de la derecha.)
direCtor: Por ahí tampoco. Se caería por las claraboyas.
Prestidigitador: Señora, tenga la bondad. Yo la conduciré.
(Se quita la capa y cubre con ella a la señora. Da dos o tres
pases con las manos, tira de la capa y la señora desaparece.
El criaDo empuja al traje De arlequín y lo hace desaparecer por
la izquierda. El PrestiDigitaDor saca un gran abanico blanco y
empieza a abanicarse mientras canta suavemente.)
- 69 -
direCtor: Tengo frío.
Prestidigitador: ¿Cómo?
direCtor: Le digo que tengo frío.
Prestidigitador, abanicándose: Es una bonita palabra, frío.
direCtor: Muchas gracias por todo.
Prestidigitador: De nada. Quitar es muy fácil. Lo difícil es
poner.
direCtor: Es mucho más difícil sustituir.
Criado, entrando de haberse llevado el arlequín: Hace un
poco de frío. ¿Quiere que encienda la calefacción?
direCtor: No. Hay que resistirlo todo porque hemos roto las
puertas, hemos levantado el techo y nos hemos quedado con
las cuatro paredes del drama. (Sale el criaDo por la puerta
central.) Pero no importa. Todavía queda hierba suave para
dormir.
Prestidigitador: ¡Para dormir!
direCtor: Que en último caso dormir es sembrar.
Criado: ¡Señor! Yo no puedo resistir el frío.
direCtor: Te he dicho que hemos de resistir, que no nos ha
de vencer un truco cualquiera. Cumple tu obligación. (El
Director se pone unos guantes y se sube el cuello del frac
lleno de temblor. El criaDo desaparece.)
Prestidigitador, abanicándose: ¿Pero es que el frío es una
cosa mala?
- 70 -
direCtor, con voz débil: El frío es un elemento dramático
como otro cualquiera.
Criado, asoma a la puerta temblando, con las manos sobre
el pecho: ¡Señor!
direCtor: ¿Qué?
Criado, cayendo de rodillas: Ahí está el público.
direCtor, cayendo de bruces sobre la mesa: ¡Que pase!
El PrestiDigitaDor, sentado cerca de la cabeza de caballo, sil-
ba y se abanica con gran alegría. Todo el ángulo izquierdo
de la decoración se parte y aparece un cielo de nubes lar-
gas, vivamente iluminado, y una lluvia lenta de guantes
blancos, rígidos y espaciados.
Voz, fuera: Señor.
Voz, fuera: Qué.
Voz, fuera: El público.
Voz, fuera: Que pase.
El PrestiDigitaDor agita con viveza el abanico por el aire. En
la escena empiezan a caer copos de nieve.
Telón lento
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de la ciutat de Tarragona,
fou enllestit
el dia
- 74 -
Volums publicats:
Textos a Part
Teatre contemporani
1. Gerard Vàzquez, Magma, 1998
Premi Born 1997
2. Enric Rufas, Certes mentides, 1998
3. Lluïsa Cunillé, La venda, 1999
4. Juan Mayorga, Cartes d’amor a
Stalin, 1999. Premi Born 1998
5. Toni Cabré, Navegants, 1999. Premi
Serra d’Or 1999
6. Patrice Chaplin, Rient cap a la
foscor, 2000
7. Paco Zarzoso, Ultramarins, 2000.
Premi Serra d’Or 1999 (al millor
text espectacle)
8. Lluïsa Cunillé, L’aniversari, 2000.
Premi Born 1999
9. Bienve Moya, Ànima malalta, 2000
10. Joan Casas, L’últim dia de la creació,
2001
11. Toni Rumbau, Eurídice i els titelles
de Caront, 2001
12. Rosa M. Isart Margarit, Vainilla,
2001. Premi Joaquim M. Bartrina,
Reus 2000
13. Raül Hernández Garrido, Si un dia
m’oblidessis, 2001. Premi Born
2000
14. Harold Pinter, L’engany, 2001
15. David Plana, Després ve la nit, 2002
16. Beth Escudé, Les nenes mortes no
creixen, 2002. Premi Joaquim M.
Bartrina, Reus 2001
17. Luis Miguel González, La negra,
2002. Premi Born 2001
18. Enric Nolla, Tractat de blanques,
2003
19. Dic Edwards, Sobre el bosc lacti,
2003
20. Manuel Molins, Elisa, 2003
21. Meritxell Cucurella, Pare nostre que
esteu en el cel, 2003
22. Llorenç Capellà, Un bou ha mort
Manolete, 2003. Premi Born 2002
23. Gerard Vàzquez i Jordi Barra, El
retratista, 2003. Premi del Crèdit
Andorrà, Andorra 2002
24. Albert Mestres, 1714. Homenatge
a Sarajevo, 2004
25. AADD, Dramaticulària, 2005
26. Miquel Argüelles, Una nevera no és
un armari, 2004. Premi Joaquim M.
Bartrina, Reus 2002
27. Joan Duran, Bruna de nit, 2004
28. Vicent Tur, Alícia, 2005. Premi
Joaquim M. Bartrina, Reus 2003
29. Josep Julien, Anitta Split, 2005.
Premi del Crèdit Andorrà, Andorra
2004
30. Magí Sunyer, Lucrècia, 2005
31. Ignasi Garcia Barba, El bosc que
creix / Marina / Preludi en dos
temps, 2005
32. Marco Palladini, Assassí, 2006
33. Jordi Coca, Interior anglès, 2006
34. Marta Buchaca, L’olor sota la pell,
2006. Premi Joaquim M. Bartrina,
Reus 2005
35. Manuel Molins, Combat, 2006
36. Marc Rosich, Surabaya, 2007
37. Carlos Be, Origami, 2007. Premi
Born 2006
38. Ödön Von Horváth, Amor Fe Espe-
rança. Una Petita dansa de mort en
cinc quadres, 2007
39. Jordi Sala, Despulla’t, germana,
2007
40. Cinta Mulet, Qui ha mort una
poeta, 2007
41. Gerard Guix, Gènesi 3.0, 2007. III
Premi Fundació Romea de Textos
Teatrals 2006
42. Aleix Aguilà, Ira, 2007. Premi del
Crèdit Andorrà, Andorra 2006
43. Carles Batlle, Trànsits, 2007
44. Marc Rosich, La Cuzzoni, 2007
- 75 -
45. Fernando Pessoa, El mariner, 2007
46. Janusz Glowacki, Antígona a Nova
York, 2007
47. Jordi Faura, La sala d’espera, 2008
Premi Joaquim M. Bartrina, Reus
2006
48. Toni Cabré, Demà coneixeràs en
Klein, 2008
49. Damià Barbany, Arnau, el mite; la
llegenda catalana, 2008 (Inclou un
CD)
50. José Sanchis Sinisterra, El setge de
Leningrad, 2008
51. Jesús Díez, El show de Kinsey,
2008. Premi Born 2007
52. Guillem Clua, Gust de cendra, 2008
53. Josep M. Miró Coromina, Quan
encara no sabíem res, 2008. Pre-
mi del Crèdit Andorrà, Andorra
2007
54. Josep Julien, Hong Kong Haddock,
2008. IV Premi Fundació Romea de
Textos Teatrals 2008
55. Ignasi Garcia i Barba, Mars de gespa
/ La finestra / Sota terra, 2008
56. Albert Benach, Mascles!, 2008
57. Erik Satie, El parany de Medusa,
2009
58. Joan Cavallé, Peus descalços sota
la lluna d’agost, 2009. I Premi 14
d’Abril de Teatre, 2008
59. Josep M. Diéguez, De vegades
la pau, 2009. Accèssit I Premi 14
d’Abril de Teatre, 2008
60. Angelina Llongueras i Altimis, El
cobert, 2009. Accèssit I Premi 14
d’Abril de Teatre, 2008
61. Carles Batlle, Oblidar Barcelona,
2009. Premi Born 2008
62. Enric Nolla, Còlera, 2009
63. Manuel Pérez Berenguer, Hòmens
de palla, dies de vent (Una reflexió
sobre el destí), 2009. Premi del
Crèdit Andorrà, Andorra 2008
64. Jordi Faura, La fàbrica de la felicitat,
2009
65. Joan Gallart, Sexe, amor i literatura,
2009
66. Pere Riera, Casa Calores, 2009
67. Enric Nolla, El berenar d’Ulisses,
2009
68. Helena Tornero, Apatxes, 2009. II
Premi 14 d’Abril de Teatre, 2009
69. Carles Mallol, M de Mortal, 2010
70. Josep Maria Miró i Coromina, La
dona que perdia tots els avions,
2010. Premi Born 2009
71. Joan Lluís Bozzo, Còmica vida, 2010
72. Pere Riera, Lluny de Nuuk, 2010
73. Marta Buchaca, A mi no em diguis
amor, 2010
74. Neil Labute, Coses que dèiem avui,
2010
75. Damià Barbany, Prohibit prohibir,
2010
76. Michel Azama, La Resclosa, 2010
77. Ferran Joanmiquel Pla, Blau, 2010
VIII Premi Joaquim M. Bartrina,
Reus 2009
78. Evelyne de la Chenelière, Bashir
Lazhar, 2010
79. Josep M. Benet i Jornet, Dues
dones que ballen, 2010
80. Carles Batlle, Zoom, 2010
81. Ferran Joanmiquel Pla, Blau, 2010
82. Daniela Feixas, El bosc, 2011
83. Guillem Clua, Killer, 2011
84. Marc Rosich, Rive Gauche, 2011
85. August Strindberg, Creditors,
2011
86. Lluïsa Cunillé, El temps, 2011
87. Maria Aurèlia Capmany i Xavier
Romeu, Preguntes i respostes
sobre la vida i la mort de Francesc
Layret, advocat dels obrers de
Catalunya, 2011
88. Cristina Clemente, Vimbodí vs.
Praga, 2011
89. Josep Maria Miró i Coromina,
Gang bang (Obert fins a l’hora de
- 76 -
l’Àngelus), 2011
90. Joan Rosés, Falstaff Cafè (Els
pallassos de Shakespeare), 2011
91. Marc Rosich, Car Wash (Tren de
rentat), 2011
92. Sergi Pompermayer, Top model,
2011
93. Aleix Puiggalí, Al fons del calaix,
2011
94. Jordi Casanovas, Una història
catalana, 2012
95. Joan Brossa, Poesia escènica I: Al
voltant de Dau al Set, 2012
96. Josep Maria Miró i Coromina, El
principi d’Aquimedes, 2012
97. Jordi Oriol, T-error, 2012
98. Marc Angelet, Voyager, 2012
99. Marilia Samper, L’ombra al meu
costat, 2012
100. Joan Brossa, Poesia escènica
II: Strip-tease i teatre irregular
(1966-1967), 2012
101. Joan Brossa, Poesia escènica III:
Mirades sobre l’amor i la vida
(1956-1962), 2012
102. Toni Cabré, L’inútil, 2012
103. Mercè Sarrias, Quebec-Barcelona,
2012
104. Damià Barbany, Lizzie Mc Kay,
2012
105. Pere Riera, Barcelona, 2013
106. Josep M. Benet i Jornet, Com dir-
ho?, 2013
107. Helena Tor nero, No parlis amb
estranys, 2013
108. Harold Pinter, Terra de ningú,
2013
109. Josep Maria Miró, Fum, 2013
110. Tennessee W illiams, La rosa tatua-
da, 2013
111. Raúl Dans, Un corrent salvatge,
2013
112. Jordi Faura, Groenlàndia, 2013
113. Marta Momblant, Resposta a
cartes impertinents, 2013
114. Serafí Pitarra i Pau Bonyegues, El
cantador, 2014
115. Marivaux, El joc de l’amor i de
l’atzar, 2014
116. Rafael Spregelburd, Falk Richter i
Lluïsa Cunillé, Fronteres, 2014
117. Joan Brossa, Poesia escènica IV:
Els déus i els homes, 2014
118. Joan Brossa, Poesia escènica V:
Estar al món el 1953, 2014
119. Joan Brossa, Poesia escènica VI:
Circ, màgia i titelles, 2014
120. Àngels Aymar, Carles Batlle, Joan
Cavallé, Beth Escudé i Gallès,
Albert Mestres. Espriu x dotze,
volum 1, 2014
121. Pau Miró, Enric Nolla i Gual, Josep
Pere Peyró, Gemma Rodríguez,
Mercè Sarrias, Gerard Vàzquez,
Teresa Vilardell, Espriu x dotze,
volum 2, 2014
122. Alexandre Dumas fill, La Dama de
les Camèlies, 2014
123. Marc Artigau i Queralt, Un mos-
quit petit, 2014
124. Dimitris Dimitriadis, Moro com a
país, 2014
125. Paco Zarzoso, L’eclipsi, 2014
126. Carles Mallol, Mata el teu alum-
ne, 2014
127. Serafí Pitarra, Liceistes i cruzados,
2014
128. Thomas Bernhard, El President,
2014
129. William Shakespeare, El somni
d’una nit d’estiu, 2014
130.
Lina Prosa. Traducció d’Anna Soler
Horta. Il·lustracions: Anna Bohigas
i Núria Milà, Lampedusa Beach
,
2014
131. Josep M. Muñoz Pujol, L’Home del
Billar
, 2014
132. Toni Cabré, Les verges virtuals,
2014.
Premi del Crèdit Andorrà,
Andorra 2013
- 77 -
133. Damià Barbany, Kabaret amb K,
2014
134. Eduardo De Filippo, L’art de la
comèdia, 2014
135. Josep Palau i Fabre, Mots de ritual
per a Electra, 2014
136. Joan Brossa, Poesia escènica VII:
La societat i el camí personal,
2014
137. Joan Brossa, Poesia escènica VIII:
Postteatre i Teatre de carrer, 2014
138. Joan Brossa, Poesia escènica IX:
L’ofici de viure, 2014
139. Narcís Comadira, L’hort de les
oliveres, 2015
140. Elisenda Guiu, Explica’m un
conte, 2015
141. Lluïsa Cunillé, El carrer Franklin,
2015
142. Albert Arribas, Selecció, 2015
143. Xavi Morató, Un peu gegant els
aixafa a tots, 2015
Textos a Part Teatre clàssic
1. Fiódor Dostoievski, El gran inquisi-
dor, 2008
Textos Aparte
Teatro contemporáneo
1. Juan Pablo Vallejo, Patera, 2004.
Premi Born 2003
2. Toni Cabré, Navegantes / Viaje a
California, 2005
3. Fernando León de Aranoa, Familia,
2005. Adaptación de Carles Sans
4. José Luis Arce, El sueño de Dios,
2005. Premi Born 2004
5. Joan Casas, El último día de la
creación, 2006
6. J. Carlos Centeno Álvarez, Anita
Rondó, 2006
7. Antonio Álamo, Veinticinco años
menos un día, 2006. Premi Born
2005
8. Rebecca Simpson, Juana, 2007
9. Antonio Morcillo, Firenze, 2008
10. José Sanchis Sinisterra, Valeria y
los pájaros, 2008
11. Richard France, Su seguro servi-
dor Orson Welles, 2008
12. Carlos Be, Llueven vacas, 2008
13. Santiago Martín Bermúdez, El
tango del Emperador, 2008
14. José Sanchis Sinisterra, Vagas
noticias de Klamm, 2009
15. Gerard Vàzquez / Jordi Barra, El
retratista, 2009
16. Marcela Terra, La Espera / Simone
/ Entre las Olas, 2014
Textos aparte Teatro clásico
1. Friedrich Schiller, Don Carlos, 2010
Federico García Lorca
144
EL PÚBLICO
Federico García Lorca
EL PÚBLICO
El público.
Un dels textos més lliures i exuberants de Federico García
Lorca, que ofereix una apassionada reflexió sobre el teatre
i la seva capacitat de transformar-nos. Amb El público, el
poeta granadí es capbussa en la delicada interrelació que
s’estableix entre la mirada dels espectadors i la bellesa del
gest artístic. Una obra fascinant sobre la presència activa i
creativa del públic enfront de l’escenari, amb una inusual
invitació a deixar-se immergir en els territoris soterrats de
la poesia.
Federico García Lorca.
El seu corpus literari integra les tendències més modernes,
la capacitat plàstica i poètica i un gran sentit polític. L’any
1931 funda la companyia de teatre La Barraca, amb la idea
d’apropar el teatre clàssic al públic, convençut de la neces-
sitat de renovació de les condicions de l’escena en tots els
àmbits (des de la manera de fer teatre fins al públic). Entre
les seves obres destaquen La zapatera prodigiosa (1930), El
público (1930), Bodas de sangre (1933), Yerma (1934), Doña
Rosita la Soltera (1935) o La casa de Bernarda Alba (1936).
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ISBN: 978-84-94366-55-0